lunes, 10 de enero de 2011

Cuento de Los siete cabritillos y el lobo

Cuentacuentos realizado por:

Laura Manso (Narradora)
Sofía Martinez (Mama Cabra y cabritillos)
Nieves Martinez (Zorro y Lobo)
Saioa Martinez (Cabritillos)


Los siete cabritillos y el lobo








Ocurrió que un día, Mamá Cabra dijo a los cabritillos:



- Hijitos míos, tengo que ir al mercado. Os quedáis solos en casa. No abráis la puerta a nadie. Mirad que el lobo anda rondando por estos lugares.



- ¡No abriremos a nadie más que a tí! ¡Vete tranquila! -dijeron los cabritillos.



Mamá Cabra tomó su canasto y se fue al mercado.



El lobo al verla salir se relamió de gusto pensando en los cabritillos que habían quedado solos dentro de la casa.



¡Toc, toc, toc! Los cabritillos preguntaron:



- ¿Quién llama?



- Abridme, soy vuestra madre- dijo él.



- ¡No te abrieremos! ¡Eres el lobo! Tienes la voz ronca y la de nuestra madre es fina- contestaron los cabritillos sin abrir la puerta.



El lobo se puso furioso. Probó a tirar la puerta y empezó a darle porrazos y empellones, pero no consiguió nada. Al final, cansado, se sentó en una piedra y se puso a pensar.



- ¡Ya sé lo que voy a hacer!



Se fue a casa del huevero y le dijo:



- Dame ahora mismo tres docensa de huevos.



El huevero, que le tenía mucho miedo, se las dio.



El lobo se zampó los huevos para que se le suavizara la garganta y se le pusiera la voz más fina.



Volvió a casa de los cabritillos. ¡Toc, toc, toc! Llamó a la puerta.



- ¿Quién es? -preguntaron los cabritillos.



- Soy vuestra madre. Abridme. Os traigo del mercado cosas muy ricas para comer- dijo el lobo con su voz nueva y fina.



- ¡Mamá, mamá! -gritaron los cabritillos creyendo que la voz que hablaba era la de su madre. Y ya iban a abrir la puerta cuando el hermano mediano, que era muy listo, dijo:



- ¡Enséñanos la patita por debajo de la puerta!



Y el lobo no tuvo más remedio que enseñar su pataza negra y peluda.



- ¡No eres nuestra madre!¡Eres el lobo! ¡No te abriremos!- le gritaron los cabritillos.



El lobo se puso aún más furioso que la primera vez y dio tantas patadas y tantos empujones a la puerta que se quedó sin aliento. Entonces se sentó en una piedra y se puso a pensar:



- ¡Ya sé lo que voy a hacer!



Y se fue a ver al molinero.



- Dame una orza de harina inmediatamente.



Y el molinero, que le tenía mucho miedo, se la dio.



El lobo metió la pata en la orza para que se le blanquease. Y volvió a casa de los cabritillos. ¡Toc, toc, toc! Llamó a la puerta.



- ¿Quién llama? -preguntaron desde dentro.



- Abridme, hijitos míos. Traigo el canasto lleno de buenas cosas para comer -dijo el lobo con su voz más suave y fina.



- ¡Enséñanos la patita por debajo de la puerta!



El lobo enseñó su pata bien rebozada en harina.



- ¡Esta vez sí que es mamá!- dijeron los cabritillos al ver la pata blanca. Y abrieron la puerta. El lobo entró, se comió a los cabritillos y se gue camino de su guarida.



Pero no se los había comido a todos. El cabritillo más pequeño se había escondido en la caja del reloj.



Al cabo de un rato llegó Mamá Cabra y se encontró la puerta abierta y la casa vacía:



- ¡Ay, mis hijitos! ¡Seguro que a todos se los ha llevado el lobo!



- ¡Quedo yo! -exclamó el pequeño saliendo de la caja del reloj.



Mamá Cabra y su hijo comenzaron a seguir las huellas de la malvada fiera. Encontraron al lobo a la sombra de un árbol. La barriga le pesaba tanto que se había sentado a descansar y se había quedado dormido.



Mamá Cabra se acercó callandito, abrió la barriga del lobo y liberó a los cabritillos. Luego, entre todos, llenaron el vientre de la fiera con piedras bien gordas, se la cosieron y se escondieron. Cuando el lobo se despertó, sintió mucha sed y se acercó al río para beber, pero la barriga le pesaba tanto que se cayó dentro del río y se ahogó.



Los siete cabritillos se fueron a casa para comer las ricas cosas que Mamá Cabra había comprado en el mercado. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

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